La soberanía alimentaria no sólo tiene que ver con la producción de alimentos, sino con la justicia, la autonomía y el respeto a quienes lo hacen posible como son los productores campesinos e indígenas, señaló Rocío Lobato Jiménez, integrante de la colectiva Mujeres de la Tierra, Mujeres de la Periferia, durante el Tercer Foro para Repensar la Economía Social y Solidaria, realizado en la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en el panel Experiencias de inclusión de sectores económicos desfavorecidos en proyectos de economía social y solidaria, llamó en ese sentido a evitar prácticas “que nos terminan obstaculizando, como a veces ocurre con los llamados mercados alternativos que en ocasiones reproducen los mismos esquemas de la economía capitalista”.
Agregó que desde la organización a la que pertenece, una de las preguntas que se plantean es “cómo le vamos a hacer para que la labor de las mujeres y los hombres campesinos se dignifique y acabar, por ejemplo, con el regateo, con el cuestionamiento al precio de ese trabajo para terminar con los intermediarios que, aunque se vistan de mercados alternativos, al final terminan replicando los roles y las prácticas del comercio injusto”.
Muchas veces ofrecen lugares para vender y prometen ayudar con el espacio y el transporte, y nosotras, como campesinas, lo agradecemos, dijo, pero estas personas conciben el mercado como un proyecto y terminan consiguiendo financiamientos “que no son de mil o dos mil pesos, sino que a veces hablamos de dólares y de euros, con lo que se va generando una cadena en la que se lucra con nuestra necesidad”.
Rafael Tavares Vélez, representante del colectivo socioambiental Cuautlán, quien habló de las experiencias y los obstáculos que han enfrentado para poner en marcha dos proyectos: los huertos urbanos Tlalli Nantlil y Malinalli, en los Reyes La Paz, Estado de México, donde han logrado producir, más que para vender, para el autoconsumo de los vecinos.
Por su parte, la ingeniera agrónoma Verónica Alcántara Zapata, compartió su experiencia en el desarrollo de la granja Cocotla, en Tlaxcala, un proyecto agroecológico dedicado principalmente a la reproducción de guajolote cuya carne sea de calidad.
Dentro de las actividades de este Foro se llevó a cabo un concurso de carteles alusivos al tema del evento. Los trabajos ganadores, entre los 25 que participaron, fueron ¿Por qué una educación cooperativa? de la egresada de la Licenciatura en Economía de la Unidad Iztapalapa, María Yochabel López Basurto, quien obtuvo el primer lugar, y ¿Colonizando nuestra alimentación?, de Luz Clara Flores Pulido, alumna de la Licenciatura en Gestión Social de la Unidad Xochimilco.
María Yochabel López explicó que su cartel responde a la necesidad de impulsar una educación cooperativa que promueve la solidaridad frente a la convencional que impone la competencia en lugar de principios y valores. En ese sentido, la educación cooperativa es la mejor herramienta para enfrentar la crisis del modelo económico dominante, con iniciativas como la economía social y solidaria.
Por su parte, Flores Pulido dijo que desde que inició su licenciatura le ha interesado el asunto alimentario de México y “es un tema al que debemos seguir dando visibilidad. En consecuencia, el cartel denuncia que desde la conquista nuestra alimentación se basaba en maíz, chile, calabaza, pero con el surgimiento del capitalismo ésta se fue transformando y hoy consumimos infinidad de productos procesados que dañan nuestra salud”.
La propuesta del cartel es consumir directamente de los productores mexicanos para rescatar los alimentos y las dietas que éstos nos brindan.
Foto: CIMMYT
Publicado originalmente en la UAM
Fuente: Desinformemonos